Hace poco leí cosas que había escrito acerca de la soledad. Hubo muchos momentos en mi vida en los que me sentí sola. Me sentía sola y no podía entender por qué. Tenía gente alrededor, tenía personas. Pero no confiaba en ninguna. Sentía que no podía pedirle ayuda a nadie. Y eso te hace sentir realmente solo. No confiar en nadie. Y el problema en verdad es que ese alguien no era yo. No confiaba en mí misma.
En ese momento pensaba que eran los otros.
"Me siento sola porque no confío en nadie. Y no es que no confío en la gente en las cosas diarias. Sino es una confianza más profunda que hace tiempo vengo masticando para entender.
Siento que todas mis relaciones están condicionadas a que yo sea de una manera u otra. Pero en esencia es que sea buena, que me porte bien, que no joda. Que cumpla con lo que dice el manual de usos y costumbres y los hábitos comunes de los seres humanos.
La confianza de la que hablo, es esa que nos hace sentir contenidos, cuidados, mimados. La que nos hace sentir parte de una tribu y de una red de pertenencia. Esa que se siente en las entrañas, en lo más profundo. Y el chip cuando no la tenemos se activa con el miedo específico a la soledad. A que nos dejen tirado en una zanja y pasen de lado y nadie nos ayude. La confianza incondicional, se llama.
Se siente cuando en el corazón hay un sector bien calentito y abrigado, que te dice que personas que uno quiere, y que ama, van a estar allí para uno “no matter what”. Van a estar cuando las papas quemen. Van a estar cuando estés enterrada en el barro desesperada por salir a flote. Van a estar cuando estés hecha trizas en una cama con depresión y desesperada por recibir ayuda. Van a estar cuando te sientas bien sola, y van a saber como acompañarte o hacer algo para hacerte sonreír. Van a estar.
Y del lado de no estar, se encuentra eso que yo simplemente llamo egoísmo, patetismo, y narcisismo.
Mis amigas siempre fueron esta contención para mí. Siempre, hasta que un día, por un hecho choto, no lo fueron. En verdad se trató principalmente de que las papas hirvieron y que el barro más profundo nos enterró. Y en ese momento me di cuenta que no estaban ahí para mí. Cometí errores y no supieron escucharme. Pedí ayuda y se dieron vuelta, y les dio paja salirse del lugarcito cómodo o simplemente pensaron “mejor no me meto”. Y si…es más cómodo y más fácil no meterse.”
Hoy leyendo esto sé que el problema fue que yo no supe defenderme. No supe levantar la mano por mi misma. No me quise meter. No quise escuchar.
Cuando se habla de estar bien con uno mismo, es cierto. Nosotros somos la persona más importante que tenemos al lado. Si no nos escuchamos ni nos defendemos nadie va a hacerlo por nosotras.
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